La Inteligencia Artificial (IA) ha irrumpido con fuerza en el panorama político, transformando radicalmente las estrategias y tácticas de las campañas electorales modernas. Lejos de ser una herramienta futurista, la IA ya está siendo implementada para analizar ingentes cantidades de datos de votantes, permitiendo una segmentación del electorado con una precisión nunca antes vista. Desde la optimización del gasto publicitario hasta la generación automatizada de contenido y la creación de mensajes hiperpersonalizados diseñados para resonar con nichos específicos, la IA ofrece a las campañas un arsenal de herramientas capaces de potenciar su alcance y efectividad. Este impacto se traduce en una mayor eficiencia operativa y en la capacidad de adaptar las narrativas políticas casi en tiempo real, redefiniendo la forma en que los candidatos se comunican y movilizan a sus bases.

Sin embargo, esta creciente sofisticación tecnológica trae consigo un abanico de desafíos éticos y la urgente necesidad de un marco regulatorio claro. El potencial de la IA para la microsegmentación extrema roza los límites de la manipulación, mientras que la proliferación de ‘deepfakes’ y la desinformación generada algorítmicamente amenazan la integridad del debate público y la confianza en el proceso democrático. A esto se suman las preocupaciones sobre la privacidad de los datos de los ciudadanos y los posibles sesgos inherentes a los algoritmos, que podrían perpetuar o incluso agravar desigualdades. Por lo tanto, analizar el impacto real de la IA en las campañas electorales implica necesariamente abordar la crucial cuestión de cómo regular su uso para salvaguardar los principios democráticos fundamentales y garantizar una contienda electoral justa y transparente.

Hace unas semanas publicamos en este mismo blog un artículo sobre los desafíos de la IA en política. Ahora te invitamos a tomar aire y buscar un lugar sereno, siempre que puedas, para leer una nueva entrega de contenido de calidad de Estrategos. Si lo piensas, es posible que dentro de un año parte de los argumentos se hayan quedado obsoletos. El conocimiento no descansa. Seguimos avanzando: el telégrafo, el teléfono, la radio, la televisión, el fax, el teléfono móvil, Internet… Y empezamos con palomas mensajeras… Imagina.

¿Cómo influye la inteligencia artificial en las campañas electorales algorítmicas?

Herramientas de IA en la comunicación política

La irrupción de la inteligencia artificial (IA) en la esfera política ha transformado radicalmente las estrategias de comunicación electoral. Herramientas basadas en IA permiten analizar grandes volúmenes de datos para identificar patrones de comportamiento y preferencias del electorado, facilitando la creación de estrategias más efectivas y focalizadas.​ Van tres ejemplos.

En Estados Unidos, durante la campaña presidencial de 2012, el equipo de Barack Obama utilizó algoritmos de IA para personalizar correos electrónicos dirigidos a diferentes segmentos de votantes, lo que resultó en una mayor tasa de participación y donaciones.​

En Francia, la campaña de Emmanuel Macron en 2017 empleó sistemas de IA para optimizar su estrategia en tiempo real, ajustando mensajes y recursos según la respuesta del público.​

En España, el Partido Popular ha experimentado con videos generados por IA para atraer a votantes jóvenes, aunque algunos de estos contenidos han sido polémicos y han generado críticas por su autenticidad.​ ¿Recuerdas el vídeo de la República Dominicana y la corrupción del PSOE? El Gobierno tuvo que pedir disculpas.

Personalización de mensajes a votantes

La IA permite una segmentación precisa del electorado, lo que posibilita la personalización de mensajes políticos. Al analizar datos demográficos, comportamientos en redes sociales y preferencias individuales, los partidos pueden adaptar sus mensajes para resonar con diferentes grupos de votantes, tal y como argumenta Digital School, entidad colaboradora de la Universidad Camilo José Cela.

Esta técnica, conocida como microtargeting, fue ampliamente utilizada en la campaña de Donald Trump en 2016, donde se dirigieron anuncios específicos a grupos particulares de votantes en redes sociales, basándose en análisis de datos proporcionados por empresas como Cambridge Analytica.​

Sin embargo, esta personalización también plantea preocupaciones sobre la privacidad y la posibilidad de manipulación, ya que los votantes pueden ser expuestos a información sesgada o falsa diseñada para influir en sus decisiones electorales.​ Aprovecha estas vacaciones para disfrutar de los mejores libros para entender la política.

Ley de inteligencia artificial 2024: ¿Qué cambia para las elecciones?

En 2024, España aprobó una ley que regula el uso de la inteligencia artificial, estableciendo la obligación de identificar contenidos generados por IA y sanciones para su uso indebido.​

La ley prohíbe prácticas como el uso de técnicas subliminales para influir en decisiones y la explotación de vulnerabilidades por edad, discapacidad o situación socioeconómica. Las sanciones por incumplimiento pueden alcanzar los 35 millones de euros o el 7% de la facturación anual de una empresa.​

Nueva Ley Europea sobre inteligencia artificial y su impacto electoral

A nivel europeo, se ha avanzado en la creación de un marco legal para la inteligencia artificial. La Unión Europea ha propuesto regulaciones que clasifican los sistemas de IA según su nivel de riesgo, estableciendo requisitos más estrictos para aquellos considerados de alto riesgo, como los utilizados en procesos electorales.​

Estas regulaciones buscan garantizar la transparencia, la rendición de cuentas y la protección de los derechos fundamentales en el uso de la IA, especialmente en contextos sensibles como las elecciones.​

Regulaciones globales: ONU y políticas contra la manipulación con IA

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha expresado su preocupación por el uso de la inteligencia artificial en procesos electorales, destacando tanto sus beneficios como los riesgos asociados. La ONU ha instado a los países a desarrollar marcos legales que regulen el uso de la IA en contextos políticos, promoviendo la transparencia y la protección de los derechos humanos.​

Además, se han propuesto iniciativas para fomentar la cooperación internacional en la lucha contra la desinformación y la manipulación electoral facilitada por tecnologías emergentes.​

Riesgos y desafíos de la IA en procesos democráticos

¿Puede la inteligencia artificial manipular a los votantes?

La capacidad de la IA para analizar y predecir comportamientos humanos plantea preocupaciones sobre su potencial para manipular decisiones electorales. Al personalizar mensajes y contenidos, los sistemas de IA pueden influir en las percepciones y emociones de los votantes, a veces sin que estos sean conscientes de ello.​

Está demostrado que el uso engañoso de la IA en campañas electorales puede erosionar la confianza pública y socavar la integridad de los procesos democráticos. En este enlace puedes ampliar la información sobre tipos de influencia política.

Deepfakes y candidatos sintéticos: amenazas emergentes

Los avances en la generación de contenido por IA han dado lugar a la creación de deepfakes, vídeos o audios falsos que pueden mostrar a políticos diciendo o haciendo cosas que nunca ocurrieron. Estos contenidos pueden difundirse rápidamente en redes sociales, desinformando al público y afectando la reputación de los candidatos.

Además, han surgido iniciativas de «candidatos sintéticos», donde algoritmos representan a figuras políticas virtuales. Por ejemplo, en Japón, un activista presentó a un programa de IA como candidato a la alcaldía de Tama, prometiendo decisiones más justas y equilibradas.​

Futuro de las campañas electorales con IA

El futuro de las campañas electorales estará profundamente marcado por la Inteligencia Artificial (IA), trascendiendo el simple análisis de datos. Veremos una intensificación de la microsegmentación y personalización a una escala sin precedentes. La IA permitirá analizar vastos conjuntos de datos para identificar nichos de votantes con preocupaciones muy específicas. Esto facilitará la creación y distribución de mensajes hiperpersonalizados. Como señalan estrategas digitales y académicos como David Karpf, experto en política digital, la IA no solo refina la segmentación demográfica tradicional, sino que busca entender y predecir «las motivaciones psicológicas y los resortes emocionales» de los votantes individuales, optimizando la asignación de recursos y dirigiendo los esfuerzos de movilización con una precisión quirúrgica nunca antes vista.

Más allá de la optimización de mensajes, la IA jugará un rol crucial en la automatización y generación de contenido. Anticipamos el uso extendido de modelos de lenguaje avanzados para redactar borradores de discursos, comunicados y publicaciones adaptadas a audiencias específicas. Los chatbots impulsados por IA se volverán más sofisticados, interactuando con votantes a gran escala y recopilando datos valiosos. El análisis de sentimiento en tiempo real permitirá ajustes estratégicos casi instantáneos. Según expertos en comunicación política, esta capacidad para generar contenido y reaccionar rápidamente «no solo acelera el ciclo de noticias de la campaña, sino que puede llegar a saturar el ecosistema informativo», dificultando la deliberación pausada y favoreciendo la reacción impulsiva.

Sin embargo, este avance conlleva riesgos éticos y desafíos significativos. La capacidad de la IA para generar deepfakes representa una amenaza directa a la veracidad informativa. Como advierten numerosos expertos en ciberseguridad y ética tecnológica, como los del Belfer Center for Science and International Affairs de Harvard, «la IA generativa abarata drásticamente la creación de desinformación convincente a escala industrial, erosionando la confianza pública en el contenido audiovisual y en las propias instituciones democráticas». La hiperpersonalización roza la manipulación y plantea dudas sobre privacidad y autonomía. Además, los sesgos algorítmicos pueden reforzar desigualdades. Por ello, el futuro exigirá un debate sobre regulación y transparencia, como reclama la Unión Europea con su Ley de IA, y un esfuerzo ciudadano por fomentar el pensamiento crítico para navegar un entorno informativo cada vez más complejo.

¿Reemplazará la tecnología a las propuestas políticas?

La creciente sofisticación de las herramientas de inteligencia artificial plantea una pregunta inquietante: ¿podría la tecnología desplazar el valor central del debate democrático, que son las propuestas políticas? Aunque aún estamos lejos de ver campañas completamente automatizadas, el protagonismo que adquieren los algoritmos en la construcción de los mensajes políticos ya ha generado preocupación entre politólogos y juristas.

El profesor Daniel Innerarity, director del Instituto de Gobernanza Democrática, advertía en una entrevista reciente que:

“el riesgo de la automatización política es que el mensaje deje de responder a una deliberación racional y pase a obedecer exclusivamente a impulsos algorítmicos que maximizan el impacto, no necesariamente la verdad o el interés público”.

Esta tendencia se ve amplificada por el llamado “tecnopopulismo algorítmico”, en palabras del politólogo británico Chris Bickerton (Universidad de Cambridge), que alerta del riesgo de campañas hiper personalizadas donde las propuestas desaparecen en favor de un feedback loop emocional entre los votantes y los sistemas de IA, centrado en likes, clics y métricas de engagement.

En España, el investigador Carlos Magro ha documentado cómo algunas formaciones menores ya utilizan IA para “ajustar en tiempo real los eslóganes, colores o palabras clave de sus campañas digitales, sin que medie ninguna reflexión ideológica”. Esta lógica podría desplazar el eje programático de las campañas hacia una “estética de la eficiencia” donde lo importante no es qué se propone, sino cómo se optimiza para captar atención.

El politólogo italiano Paolo Gerbaudo señala que esto no solo es una amenaza a la deliberación democrática, sino también a la propia autonomía de los partidos:

“Con IA, el marketing puede terminar por suplantar a la política” (The Digital Party, 2018).

Sin embargo, otros expertos como Andrew McAfee (MIT) consideran que:

“la IA es una herramienta: puede amplificar lo mejor o lo peor de una campaña, según quién la use y con qué fin”.

Para McAfee, la clave está en:

“restringir los usos nocivos sin limitar la innovación en participación ciudadana”.

Casos prácticos: países pioneros en usar IA electoral

Algunos países ya están ensayando fórmulas innovadoras —y polémicas— de aplicación de inteligencia artificial en procesos electorales. A continuación, repasamos algunos de los más relevantes:

Japón: el primer “candidato robot”

En 2018, en la ciudad japonesa de Tama, el activista Michihito Matsuda se presentó simbólicamente a las elecciones municipales con un “candidato IA” que proponía políticas basadas en el análisis de big data y la eliminación de prejuicios humanos en la toma de decisiones. Aunque no ganó, su propuesta generó un intenso debate. En palabras del propio Matsuda:

“Quiero un gobierno que sea racional y justo. Los humanos tienen límites. La inteligencia artificial puede ayudar a superarlos”.

India: campañas hiper personalizadas

Durante las elecciones generales de 2019, el Partido Bharatiya Janata (BJP) empleó tecnologías de IA para personalizar mensajes en más de 20 idiomas y dialectos. Usando reconocimiento facial y análisis de sentimiento en redes sociales, el BJP optimizó sus campañas puerta a puerta. Según The Hindu, llegaron a emitir más de 2.000 versiones distintas del mismo discurso de Narendra Modi, adaptadas a perfiles sociodemográficos específicos.

Estados Unidos: asistentes conversacionales en campañas

En las elecciones de medio mandato de 2022, varias campañas demócratas y republicanas emplearon asistentes virtuales —chatbots de IA— para responder a preguntas de los votantes, simular interacciones reales y recolectar información para mejorar la segmentación. Algunos incluso utilizaron voice clones para realizar llamadas automáticas con voces casi indistinguibles de las de los propios candidatos.

La investigadora Renée DiResta (Stanford Internet Observatory) advierte que:

“la IA conversacional puede ser un arma de doble filo: útil para acercar la política al ciudadano, pero también peligrosa si se usa para disimular propaganda o suplantación”.

Reino Unido: regulación frente a experimentación

En el Reino Unido, donde la campaña del Brexit ya fue criticada por el uso abusivo de microtargeting digital, la Comisión Electoral ha comenzado a trabajar con expertos del Alan Turing Institute para establecer directrices sobre IA y elecciones. En 2024, el Parlamento británico publicó un White Paper en el que se insta a los partidos a declarar el uso de sistemas automatizados en sus campañas y a etiquetar todo contenido generado por IA.

España y la UE: el horizonte normativo

En España, aunque el uso de IA en campañas todavía está en fase incipiente, algunos partidos han comenzado a experimentar con generadores de vídeo, simulaciones predictivas de voto por distrito y análisis de emociones. Sin embargo, el anteproyecto de Ley del Buen Uso y Gobernanza de la Inteligencia Artificial, presentado en marzo de 2025, contempla expresamente “la prohibición del uso opaco de sistemas algorítmicos que incidan en la toma de decisiones políticas sin supervisión humana”.

A nivel europeo, la nueva Ley de IA (AI Act) establece que los sistemas usados en procesos electorales deben clasificarse como “de alto riesgo” y cumplir con estrictas normas de transparencia, trazabilidad y supervisión. Ursula von der Leyen declaró ante el Parlamento Europeo que “las campañas deben seguir siendo humanas, responsables y democráticas, aunque se sirvan de tecnología avanzada”.

En suma, el futuro de las campañas electorales estará inevitablemente marcado por la inteligencia artificial. Lo fundamental será decidir si esta tecnología se convierte en un aliado para una democracia más participativa y eficiente, o en una amenaza que sustituye el debate por la manipulación algorítmica. Como escribió Norbert Wiener, padre de la cibernética, en 1950:

“La máquina no nos hace más humanos por sí sola. Solo lo logra si sirve a nuestros fines éticos”.

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