En las elecciones generales de 2015 el PP fue el partido más votado pero perdió, por mucho, su anterior mayoría absoluta. El líder del PSOE, Pedro Sánchez, se presentó a la investidura después de cerrar un acuerdo con Ciudadanos. La candidatura no recabó suficientes apoyos en el Congreso y en junio de 2016 hubo que llamar de nuevo a las urnas. Lo que sucedió después es bien conocido: sólo el PP salió reforzado, pero no lo suficiente para que Mariano Rajoy fuera investido. Sánchez hizo bandera del “no es no” y la legislatura sólo pudo arrancar después de una revuelta interna en el partido socialista que terminó con la dimisión del secretario general.

Desde entonces han continuado las turbulencias políticas: Sánchez recuperó el liderazgo de su partido, estalló la crisis catalana, presenciamos la primera moción de censura exitosa desde 1978 y entró en escena Vox, un partido de extrema derecha. En menos de dos meses se celebrarán nuevas elecciones generales (las terceras en cuatro años) y de una cosa no cabe duda: ningún partido se acercará siquiera a la mayoría absoluta. Y si creemos a los líderes políticos, hay otra cosa segura: no volveremos a ver un acuerdo entre Ciudadanos y el PSOE. Así lo ha decidido la ejecutiva del partido naranja.

Tras el anuncio de las elecciones, el escenario que parecía más intuitivo era una reedición a escala nacional del que habían arrojado los comicios andaluces de diciembre: la irrupción de Vox permitiría a la derecha sumar más votos y más escaños, mientras que el declive de Podemos no se compensaría con el previsible crecimiento socialista. En Estrategos analizamos las últimas cinco encuestas publicadas hasta entonces. El resultado, traducido a escaños, no resulta en absoluto esclarecedor. Con los datos que tenemos, la derecha no alcanzaría, por poco, la mayoría absoluta. Sí lo lograría, de forma muy precaria, el bloque que hizo presidente a Sánchez en la moción de censura. Pero después de lo que ha ocurrido, con el rechazo a los Presupuestos Generales del Estado y en pleno juicio del procés, no es seguro que se reedite un acuerdo entre PSOE, Podemos y partidos nacionalistas.

¿Por qué podría la derecha no conseguir a escala nacional lo que sí ha conseguido en Andalucía? Porque en esta comunidad hay ocho circunscripciones y en España hay 52, de modo que la ley electoral podría impedir que el aumento de votos se traduzca en una mayoría absoluta. La fragmentación del voto en tres partidos supone una penalización. Lo contrario podría suceder en la izquierda. Cada 1% de voto que pasa de Podemos al PSOE supone un aumento superior al 1% en los escaños socialistas. Nuestro sistema se pensó para favorecer un bipartidismo a escala nacional, así que premia la concentración y castiga la división. Sin embargo, la izquierda parece muy lejos de alcanzar la mayoría absoluta debido a una desmovilización relativa (en comparación con la derecha) que podría tener mucho que ver con la cuestión catalana.

La fragmentación electoral no tiene por qué conducir directamente al bloqueo. En muchos países europeos se llega a acuerdos transversales. Pero en España además de fragmentados estamos polarizados. La decisión de Ciudadanos de no pactar con el PSOE puede ser racional pensando en las inminentes elecciones (tienen más votos que perder por la derecha que por la izquierda), pero nos acerca de nuevo al escenario de 2015 y 2016. No descartemos que se repitan las elecciones a finales de 2019.

¿Qué podría ocurrir para evitarlo o, al menos, para hacerlo improbable? Podría pasar que los votantes de un bloque se movilizaran mucho más que los del otro (lo que ocurrió en Andalucía). Los partidos que van por delante en las encuestas harán llamadas más o menos explícitas al voto útil, porque concentrar los apoyos en una sola fuerza maximiza el número de escaños y acerca a la mayoría absoluta. Una última opción sería tender puentes entre los dos bloques. Es decir, romper la polarización y acercarnos a lo que es práctica común en otras democracias europeas más acostumbradas al multipartidismo, como pueden ser la holandesa o la danesa. Obviamente, los partidos que podrían impulsar estos acuerdos son los más cercanos al centro. Hoy, esto parece muy lejano.

Quedan dos meses y toda una campaña electoral hasta el 28A. El último CIS (28 de febrero) reduce la diferencia de votos entre la derecha y la izquierda y ofrece un escenario de alto trasvase entre partidos. Recordemos que la estimación de escaños es siempre un ejercicio delicado, porque pequeñas variaciones del voto en pocas provincias pueden producir cambios muy importantes en la composición de las cámaras. Nos esperan semanas de hipótesis y especulaciones. Veremos muchas encuestas. Pero no conviene tener presente que no sólo está en juego quién nos gobierna, sino si es posible, en primer lugar, formar un gobierno.